Si no te conzco, no he vivido

 Tú justificas mi existencia: 

si no te conozco, no he vivido; 

si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.

 —  Luis Cernuda, Los placeres prohibidos (1931)



    Garcilaso adora la belleza, solo sabe querer de forma platónica. Su manera de amar consiste en un anhelo persistente, abnegado, lejano, doloroso y perfecto. Le canta a un amor idealizado e inalcanzable, pues la pasión nunca se consuma: o bien es efímera, o no llega a positivizarse. Eurídice y Adonis son flores que se marchitan antes de tiempo, dejando a Orfeo y a Venus desamparados. Apolo se lamenta amargamente al no ser correspondido por Dafne. No hay finales felices, en los romances de Garcilaso todo es tragedia. Su poesía muestra la transición del gozo de la contemplación del objeto de deseo, a la tristeza ocasionada por su irremediable pérdida.

    El amante dibujado por Garcilaso se define por unas características muy concretas. En primer lugar, vive por y para su amada; al perderla queda desprovisto de la misma causa de su ser. No logra huir del ardiente sentimiento, del fuego que le quema, aunque sea corrosivo y cruel, porque también es el calor que le sustenta. El amor que le invade es, al mismo tiempo, bendición y castigo. 

Yo no nací sino para quereros;

mi alma os ha cortado a su medida;

por hábito del alma misma os quiero.

cuanto tengo confieso yo deberos;

por vos nací, por vos tengo la vida,

por vos he de morir y por vos muero.

(Soneto V)


    Además, la pasión es ineludible e incontrolable. Su unión ha sido predestinada. El universo ha atado las dos almas; su vínculo es eterno, inquebrantable. Por eso el amor no se limita a la esfera de lo terrenal, sino que va más allá. Indefenso ante los impulsos que le mueven hacia ella, el poeta queda supeditado por completo a la voluntad de la dama.


Si a vuestra voluntad yo soy de cera,
y por sol tengo sólo vuestra vista.
la cual á quien no inflama ó no conquista 
con su mirar, es de sentido fuera;
de do viene un cosa, que si fuera 
menos veces de mi probada y vista, 
según parece que á razón resista,
á mi sentido mismo no creyera,
y es, que yo soy de lejos inflamado 
de vuestra ardiente vista, y encendido 
tanto, que en vida me sostengo apenas.
Más si de cerca soy acontecido
de vuestros ojos, luego siento helado
cuajárseme la sangre por las venas.
(Soneto XVIII)



  El dolor es algo inherente al amor, dado que es irrealizable. En muchas ocasiones, el desaliento causado por la ausencia de la amada concluye con la muerte del poeta (la muerte se percibe como el único alivio posible). 

Señora mía, si yo de vos ausente
en esta vida turo y no me muero,
paréceme que ofendo a lo que os quiero (…).
(Soneto IX)
 
Estoy continuo en lágrimas bañado,
rompiendo el aire siempre con sospiros;
y más me duele el no osar deciros
que he llegado por vos a tal estado;

que viéndome do estoy, y lo que he andado
por el camino estrecho de seguiros,
si me quiero tornar para huiros,
desmayo, viendo atrás lo que he dejado;

y si quiero subir a la alta cumbre,
a cada paso espántanme en la vía,
ejemplos tristes de los que han caído.

sobre todo, me falta ya la lumbre
de la esperanza, con que andar solía
por la oscura región de vuestro olvido.
(Soneto XXXVIII)


El mal en mí ha hecho su cimiento
y sobre él de tal arte ha labrado
que amuestra bien la obra estar determinado
de querer para siempre este aposiento;

Trátame de manera que a mil habría muerto,
mas yo para más mal estoy guardado;
estó ya tal que todos me han dejado
sino el dolor que en sí me tiene vuelto.

Ya todo mi ser se ha vuelto en dolor
y ansí para siempre ha de turar,
pues la muerte no viene a quien no es vivo;

en tanto mal, turar es el mayor,
y el mayor bien que tengo es siempre llorar:
¡pensad cuál será el mal do el bien es el que digo!
(Soneto XL)
Si a la región desierta, inhabitable
por el hervor del sol demasïado
y sequedad d’aquella arena ardiente,
o a la que por el hielo congelado
y rigurosa nieve es intratable,
del todo inhabitada de la gente,
por algún accidente
o caso de fortuna desastrada
me fuésedes llevada,
y supiese que allá vuestra dureza
estaba en su crüeza,
allá os iria a buscar como perdido,
hasta morir a vuestros pies tendido.
(Canción I)
(Haría cualquier cosa por conseguir tu amor...)




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