El príncipe Hamlet
Hamlet, incluso en el momento culminante de su vida, no está seguro de existir. En esta tragedia, que es también una filosofía, todo flota, duda, aplaza, se tambalea, se descompone, se dispersa y se desvanece, el pensamiento es nube, la voluntad es vapor, la resolución es crepúsculo, la acción sopla continuamente en sentido contario, la rosa de los vientos gobierna al hombre.
— Víctor Hugo, William Shakespeare (1864)
"Hamlet príncipe, sí; rey, jamás". El príncipe lunático, el príncipe filósofo, el príncipe soñador. Astuto, sarcástico, locuaz, reflexivo, estrafalario, melancólico. Ese es Hamlet. Víctor Hugo dice en su libro William Shakespeare que los grandes poetas, escribiendo, engendran distintos ejemplares del hombre (tipos). "Regalan su retrato a la humanidad". Dentro de esta serie de modelos del hombre (Don Quijote, Aquiles, Prometeo...) se encuentra también la gran aportación de Shakespeare. "Un tipo no es una abreviación, sino una condensación. No es uno, es todos". El personaje de Hamlet no se trata de una mera abstracción. Hamlet es, existe, vive. Está detalladamente construido, podemos conocerle en profundidad. Pero, al mismo tiempo, no es solo él mismo. Representa mucho más, y por eso es eterno. Hamlet es un esclavo de la duda, un esclavo de sí mismo; su obstáculo se encuentra principalmente en su interior. Su misión es vencer a su propia mente. Ni siquiera su voluntad le pertenece. Está subyugada a su propia indecisión y al destino, que le obliga a vengar la muerte de su padre. No tiene elección, tiene que actuar, pero no puede. (¿Por qué no puede?) Nunca podría ser rey, no sería capaz de ocupar un cargo que le exigiera tomar decisiones trascendentes constantemente. Más aún, está tan desvinculado de la realidad que le sería imposible gobernar ("Hamlet no está en el lugar donde se halla su vida". Está alejado, aislado). Por ser quién es (el legítimo heredero al trono, el hijo de un monarca al que se le ha usurpado la vida vilmente), y por ser como es (la interrogante personificada, un disparate), su historia está determinada.
Hamlet lo es todo, para no ser nada. Tiene muchas virtudes: nobleza, ingenio, elocuencia... Sin embargo, de nada le sirven dichos rasgos; se desperdician debido a su inmovilismo. Necesita recibir tres incentivos para resolverse finalmente a emprender la acción; personas que le sirven de ejemplo (Fortimbrás, Laertes, Claudio), que simbolizan aquello que él quiere pero no puede ser: un hombre decidido. Se pregunta qué harían ellos si tuvieran tantos motivos como él para ponerse manos a la obra, sabe que por mucho menos ya se hubieran entregado al cumplimiento de su deber.
… Aún no sé
Como vivo para decir «esto ha de hacerse»,
Cuando me sobran motivos, voluntad, fuerza y medios
Para hacerlo. ¡Ejemplos hay, palpables como la tierra
misma,
Que me exhortan...
… Ser grande es batirse por la más leve causa
Cuando el honor está en juego. ¿Y yo? ¿Qué haré yo?...
Mi padre asesinado, mi madre deshonrada,
Motivos para la razón o la sangre.
Duermo... solo duermo...
El cuerpo de Hamlet es para él una cárcel. Consiste en un esqueleto paralizado, que no desempeña sus funciones, que no se levanta cuando le toca levantarse, que permanece en trance, que no aprieta el gatillo. Al mismo tiempo, es su cuerpo el que le impone todos los problemas que le persiguen. Su alma no tiene ni padre asesinado, ni madre injuriada, ni honor ultrajado, ni corona expoliada. A Hamlet no le importa ser rey, no le importa Dinamarca (odia Dinamarca). Lo único que quiere es estar en Inglaterra estudiando, leyendo; cultivando su mente, su alma. En definitiva, su enemigo es su cuerpo.
"Hamlet representa un zapato que hiere y que impide andar. El zapato es el cuerpo. Shakespeare lo libera de él, y hace bien. Hamlet príncipe, sí; rey, jamás".
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