Nada es lo que parece ser



    El casamiento engañoso y El coloquio de los perros dan fin a las Novelas ejemplares de Miguel de Cervantes. Es más, la primera novela es el marco de la segunda, y la segunda, el marco del conjunto de la colección. Ambas tratan el mismo tema: engaño/desengaño. Y es que, al leer a Cervantes, nada es lo que parece. 

    El casamiento engañoso aborda el tópico del burlador burlado. La trama surge a raíz de las mentiras de los dos personajes principales, Campuzano y Estefanía, que fingen ser ricos para intentar aprovecharse el uno del otro. La historia comienza cuando Campuzano, recién salido del Hospital de la Resurrección, se encuentra con su amigo, el licenciado Peralta. Desconcertado por su mal aspecto, Peralta invita a Campuzano a comer a su posada para escuchar con detenimiento la forma en la que cayó enfermo. Así, Campuzano se enraíza en la narración de sus desventuras, lamentándose de su mala suerte. Le cuenta cómo se había casado con una doncella, sirviéndose de embustes, para acabar descubriendo que en realidad era una sirvienta. Para colmo, además de engañarle, también le había robado todas sus pertenencias y le había contagiado sífilis.

    ¿Cómo pudo Campuzano caer en dicha farsa? La explicación es muy simple: él ve lo que quiere ver, una señora delicada y adinerada, un candidato perfecto para convertirse en la víctima de su estafa. Cree en sus palabras porque ella está diciendo justo lo que quiere oír. Por sospechoso que sea, no desconfía del mundo de mentiras fabricado por doña Estefanía porque es un mundo que le conviene. Su cabeza está demasiado ocupada imaginándose las ganancias que va a obtener como para percatarse de la trampa. Está tan ciego, su entendimiento tan dormido, que incluso cuando Estefanía es delatada por doña Clementa y, torpemente, trata de justificarse, argumentando que en realidad ella es su amiga y la está ayudando con una broma (que consiste, precisamente, en hacer creer al hombre con el que pretende casarse que aquella gran casa es suya), no es capaz de unir dos más dos y sustituir a don Lope por sí mismo ni a doña Clementa por su mujer. 

    En definitiva, Campuzano es engañado por querer engañar. Él mismo lo admite: «Bien veo que quise engañar y fui engañado, porque me hirieron por mis propios filos».

    Los dos juegan con las apariencias (el engaño de los ojos), ocultando su verdadera condición. En el momento en el que se conocen, él viste un traje colorido, un sombrero de plumas y cintillo, y una gran cadena dorada (que simula el oro). Ella lleva el rostro cubierto y, al cortejarle, solo le muestra la mano, estratégicamente decorada con preciadas joyas («sacó la señora muy blanca mano, con muy buenas sortijas»). No es hasta que se reúnen en la mansión de la que finge ser dueña cuando le muestra su cara. Se trata de una maniobra de seducción, todo forma parte de su plan. 



    Al final, tanto el uno como el otro salen perdiendo. Los bienes con los que Estefanía se da a la fuga resultan ser falsos; y Campuzano termina en la miseria y gravemente indispuesto. No obstante, él afirma haber sacado algo bueno de todo aquello, ya que, mientras estuvo internado en el hospital, presenció algo insólito: dos perros manteniendo una conversación. Así se conectan ambas historias, pues El coloquio de los perros no es otra cosa que la recopilación de aquel extraordinario diálogo. 

    Peralta, aunque incrédulo, se presta a escuchar el relato de su amigo; quien asegura recordar fielmente los hechos (si es que sus sentidos no le han engañado; posibilidad que permanece siempre presente). Es interesante cómo Cervantes juega con lo verídico y lo fantástico, llevando al espectador a los límites del escepticismo. Le da la libertad para decidir si creer o no en sus palabras, ya que las pone en boca de narradores de dudosa rigurosidad. No hemos de olvidar que Campuzano es un mentiroso compulsivo. No solo eso, sino que la noche en la que supuestamente oyó hablar a los perros, podría estar delirando por la fiebre. 

    El lector puede identificare con Peralta, que pone de manifiesto su falta de confianza en la historia:
«(...)Hasta aquí estaba en duda si creería o no lo que de su casamiento me había contado, y esto que ahora me cuenta de que oyó hablar los perros me ha hecho declarar por la parte de no creelle ninguna cosa. (...) Como vuesa merced no se canse más de persuadirme que oyó hablar a los perros, de muy buena gana oiré ese coloquio, que por ser escrito y notado del buen ingenio del Señor Alférez, ya lo juzgo por bueno».

    Podría decirse que el Coloquio es una «novela picaresca» protagonizada por un perro llamado Berganza. Se trata, por lo tanto, de una parodia del género picaresco, en la que el perro desempeña el papel de sátiro, castigando a la mayoría de sus amos al descubrir su hipocresía. Al mismo tiempo, implica una crítica de la sociedad de la época, representando muchos de sus vicios y costumbres desde una mirada ingenua.

    Los diferentes episodios de la vida de Berganza se exponen a medida que éste se los cuenta a Cipión, otro perro que se halla en su mismo estado. Vemos cómo incluso los perros se sorprenden de su repentino don («Hablamos con discurso, como si fuéramos capaces de razón...») Hasta ellos son conscientes de que los perros no hablan. Así, temerosos de perder semejante bendición, deciden aprovecharlo al máximo, por lo que acuerdan compartir sus respectivas vidas en el trascurso de dos noches.

    Empieza Berganza, describiendo a los diferentes amos a los que ha servido: pastores que asesinan a sus propias ovejas como lobos, un alguacil que lleva a cabo chanchullos ilegales, etc. Ninguno se comporta como debería, por lo que Berganza se marcha desencantado una vez tras otra. 

    El episodio más relevante de la vida de Berganza es el de la bruja Cañizares, en el que se revela que tanto él como Cipión fueron seres humanos, y que podrán volver a serlo. Son hijos la bruja Montiela, y de niños fueron transformados en perros por la bruja Camacha, su maestra: «Llegose el fin de la Camacha, y estando en la última hora de su vida llamó a tu madre y le dijo cómo ella había convertido a sus hijos en perros por cierto enojo que con ella tuvo; pero que no tuviese pena: que ellos volverían a su ser cuando menos lo pensasen;...». Esto nos sugiere que la conversión ya está en marcha, pues, por primera vez, han obtenido la capacidad de comunicarse con los demás como personas. 

    Por lo tanto, Berganza y Cipión son niños convertidos en perros por una maldición. Esto explica que actúen de forma tan inteligente, que se conozca a Berganza como el “perro sabio”: todos los que le rodean se maravillan de sus habilidades y proezas, pero para él son algo natural (el comportamiento típicamente humano es algo inherente a él). Berganza y Cipión son sustancialmente niños y accidentalmente perros. Su verdadero ser, su esencia, su identidad; están ocultos bajo la máscara de un ser más degradante a modo de castigo.

    Sin embargo, toda esta nueva información puede ponerse en tela de juicio, pues, una vez más, la fiabilidad de las fuentes es cuestionable. ¿Por qué habríamos de fiarnos de una bruja? Más aún, Cañizares solo es un personaje dentro de la historia de Campuzano, por lo que su mera existencia podría ser algo inventado.

    En definitiva, El coloquio de los perros es una mentira que quiere ser en su propio modo una verdad: la verdad de cualquier obra literaria (la verdad poética). 








    

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