¡Ay, honor, fiero enemigo!
«Perdona, amor; no deshagas
el derecho del castigo,
cuando el honor, en la sala
de la razón presidiendo,
quiere sentenciar la causa».
¿Qué es la honra? ¿El honor? Algo que los demás te otorgan y que el público tiene el derecho de requisarte. Hay varios momentos de El castigo sin venganza en los que se hace referencia a este concepto. En realidad, la honra es el principal elemento que mueve la acción dramática en la comedia del siglo XVII. Los personajes siempre actúan siguiendo su mandato, o a pesar de él (esto sí, ateniéndose a las inexorables consecuencias).
Cabe destacar que la honra estaba profundamente vinculada a los valores e ideales fundamentales de la sociedad española de aquella época. En relación con esto, podemos hablar tanto de honra vertical como de honra horizontal. La honra vertical está íntimamente vinculada con la estratificación social, que por entonces seguía siendo casi medieval. El rey era el máximo portador de honra (por nacimiento), además del dador de honra con mayor autoridad. Seguidamente, estaba la nobleza. Por último, como es lógico, se encontraba el resto de la población: las clases no privilegiadas. La honra vertical era, por lo tanto, una cuestión de sangre. Se trataba de una virtud inherente en exclusiva a la gente de alta cuna. La honra horizontal, en cambio, no dependía de la posición del individuo en la escala social; sino que hacía referencia a su fama o reputación. En consecuencia, dependía absolutamente de la opinión que los demás tuvieran sobre él.
La pérdida de la honra constituía la peor de las condenas, ya que la dignidad del que la perdía quedaba totalmente destrozada. Adicionalmente, se trataba de un fenómeno extensivo que perjudicaba tanto a la persona concreta como a su familia (y en ocasiones, incluso a la comunidad a la que pertenecía). Las personas sin honra eran marginadas, pues estaban "manchadas" de una sustancia repugnante y prácticamente permanente, contagiosa.
Quitar la honra consistía en ofender, difamar... Y restaurarla era una operación complicada, violenta y solemne; percibida casi como un imperativo divino. Solo la sangre del ofensor derramada por el ofendido podía devolver la honra a su portador original.
Por otro lado, la idea de honra variaba de hombre a mujer. La honra de la mujer estaba asociada, ante todo, a su sexualidad, a la preservación de su "pureza". Cuando una mujer perdía la honra, era la responsabilidad de los hombres de su entorno repararla, ya que les afectaba directamente (además, las mujeres no tenían el poder suficiente como para recuperar su propia honra). En cambio, la honra del hombre se relacionaba con su hombría; que se nutría de la fuerza moral, del valor y del coraje. Aunque parezca paradójico, también el conquistador de mujeres tenía asegurada su buena fama, pues la figura del Don Juan representaba el ideal de masculinidad. Así, los galanes acrecentaban su honor a costa del de las doncellas a las que seducían.
En definitiva, la honra es una ley impositiva y desigual; que exhorta a los hombres a ejecutar la justicia a pesar del dictamen de su corazón o su raciocinio. La honra es una espada punzante que te quita la vida o te obliga a quitarla.
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