El mejor de los mundos posibles

¿Qué es el optimismo?, decía Cacambo. —  ¡Ay!, dijo Cándido, "es el empeñarse rabiosamente en sostener que todo está bien cuando todo está mal". 

                                                                                                                                         — Voltaire, Cándido


    Todo es como debe ser. El mundo está bien hecho (o, al menos, de la mejor forma posible). 

    Todas las miserias y catástrofes y malas obras surgen de la libertad que el Creador ha querido otorgarnos (muy generosamente), o, al menos eso asegura Leipzig. Su filosofía fue defendida en un principio por el sabio Pangloss y por Cándido, pero solo al principio... Después se desengañaron y renunciaron al optimismo metafísico, que no es otra cosa sino pura palabrería. Vivir como vivían ellos es adoptar un estado de negación perpetuo, existir con con los ojos cerrados. Las promesas del optimista son una droga soporífera, que mantiene a sus oyentes amansados frente a injusticias y desgracias. "Estamos en el mejor de los mundos posibles, no hay nada que podamos hacer: es así y punto". Esta perspectiva conformista y derrotista no lleva a ningún lado. Desde luego, si no tomamos acción, las cosas serán "así y punto" siempre (lo cual es intolerable). Entonces, ¿qué hemos de hacer para huir de esta actitud mediocre? Algo tan sencillo como lanzarnos al mundo. La experiencia directa de uno mismo sobre la realidad permite el desarrollo de un espíritu crítico que conduce al individuo hacia la verdad, y conocer la verdad es imprescindible para ser libre. Para ser libres, libres de verdad, hemos de contrastar con la realidad las ideas que nos han sido trasladadas como ciertas; hemos de poner en tela de juicio, por medio de la razón, todo aquello que creemos conocer. La clave está en el concepto de "autonomía", que supone la elección personal frente una autoridad externa (ya sea religiosa, docente, etc.). Consiste en desarrollar un ejercicio crítico, pero a la vez constructivo para poder erigir algo mejor. 

    "El mejor de los mundos posibles" no existe salvo en nuestra mente, en el mundo tangible siempre será impositivo enmendar leyes y costumbres. Ahora bien, considero que es importante inventar diferentes versiones de utopías (como el jardín de Cándido), porque nos sirven de guía: proponen logros a los que aspirar y asientan las bases sobre las que empezar a edificar el nuevo mundo. El trabajo es la base que nos propone Voltaire en su obra, siguiendo la corriente ilustrada; pues en la Ilustración el trabajo físico dejó de percibirse como algo degradante ("el que trabaja con las manos se mancha, se ensucia; solo el ejercicio del intelecto es puro") y comenzó a impulsarse como algo positivo. Para los ilustrados el trabajo dignifica, te hace evolucionar y te otorga un propósito. El esfuerzo siempre es recompensado, el sudor es gratificante. Este cambio de perspectiva supuso una auténtica revolución, pues se partía de la base del Génesis, que definía el trabajo como castigo divino (Adán y Eva tuvieron que comenzar a trabajar por caer en pecado). De la mano de las transformaciones del pensamiento colectivo se suceden innumerables modelos de sociedades idílicas que nos hacen preguntarnos "¿Qué elementos ha de tener una utopía (para ganarse la denominación)? ¿Qué hará feliz al hombre? Libertad, educación, respeto... ¿Qué más?" Una vez creamos haberlos identificado, es hora de ponerse manos la obra. Tenemos que cultivar nuestro jardín. 




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